LIBRO USADO. La correspondencia de Claudio Orrego Vicuña nos permite entrar por la rendija a uno de los períodos Más fascinantes de la historia de Chile: los jóvenes de la década del 60, la ruptura de la democracia y el régimen militar. El ingreso por las fuentes tradicionales e incluso por las memorias, sigue siendo la puerta ancha de retorno al pa sado. Entrar por la rendija es la novedad inesperada y son los ángulos que ofrece la mirada. Ese género ya en extinción que es el epistolario es la rendija por excelencia. Principalmente, creo, porque no mutila los pedazos del sujeto. Nada de lo mucho que escribió - historia, política, derechos humanos, poesías, novelas nos muestra como estas cartas al tremendo hombre que marcó a todo a quien vio. Aquí lo vemos como hijo y padre, amigo y marido, dirigente estudiantil, católico activo, polemista innato, periodista, político y lu chador democrático. Divertido, gozador, garabetero. Fulminante, de razonamiento limpio, visionario, de proyectos grandes, de sueños serios. Valiente e hidalgo. Libre, por sobre todo, frente al poder. La historia de Chile brota con una frescura que la historiografia suele perder. Aquí está en su esplendor la mítica generación de los 60 en su versión del progresismo católico, el triunfo de la Revolución en Libertad, el fervor participativo, la radicalización, el terror del abismo, y finalmente el fracaso de una generación demasiado joven para gobernar, pero también demasiado joven para perder. Claudio Orrego vivía con una intensidad que le permitía su abundancia de vida, por lo mismo tenía algún presentimiento de que moriría joven. No son muchos los hombres que a los 42 años escriben el testamento moral para sus hijos. Pero él lo había hecho. Es esa abundancia de vida, aun para sospechar su muerte, la que hace de estas cartas no solo una lectura novedosa de nuestro pasado reciente. Es más. Es participar de una aventura apasionante por construir la historia.

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