LIBRO USADO. Quizás la historia no sea inevitable, pero es irreversible. A las 4 de la tarde del 21 de diciembre de 1989, Pinochet le propuso a Aylwin que fuese el Abraham Lincoln de Chile, capaz de emprender la reconciliación de una “nación de enemigos”, suprimir sus instrumentos de opresión más infamantes y contener los deseos de venganza del bando victorioso. Aun en sus sectores más escépticos, la sociedad chilena estuvo dispuesta a creer en el primer presidente democrático después de 17 años, y le entregó su confianza en la tarea más ardua, la de la pacificación. Este “viejo político” inauguró la “nueva política” que ha hecho de la Concertación la alianza más exitosa de la historia electoral de Chile.El tiempo nos ha demostrado que las vías que eligió eran las correctas:reconstitución de la verdadrestauración de la dignidad de los caídosemplazamiento a la justicia para hacerse cargo de sus obligaciones declinadas durante muchos años conciencia de que la huella de ciertos dolores no desaparecería sino hasta dentro de varias generaciones

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