LIBRO USADO. RECUERDA QUE EL 10% DE ESTA VENTA COLABORA CON FUNDACIONES QUE FOMENTAN LA LECTURA EN ZONAS VULNERABLES. Por aquellos días festejamos al Señor del Gran Poder, no en junio como se acostumbra sino después de las Fiestas de Julio debido al terremoto de Aiquile y Totora, que nos dejó con los crespos hechos por razones de luto. Un oleaje de polleras celestes y mantas rosadas descendía por la calle de la Iglesia del Gran Poder. La figurita maquillada con escayola bailaba exhibiendo sus piernas flacas entre los límites de la pollera y las botas adragonadas. El moreno mayor, luciendo su pagoda de Bordados Qhantati, se quitaba la pesada máscara para ostentar el mascarón de su propio rostro, armado de un pito cuyos sonidos le inflaban los tremendos carrillos. Era la fiesta de los metales, de las lentejuelas, de la bisutería, de la fantasía recargada en el barroco retorcido de los disfraces.

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