LIBRO USADO. Sentí un jalón brusco que me sacó del sueño. Eran las ocho de la noche, una noche no muy oscura y sin lluvia. Escuché en mi oído un susurro:—Viejo, póngase las botas que nos vamos. Pese a que se notaba un gran esfuerzo para que la voz tuviera un tono bajo, la reconocí de inmediato: ¡era la voz de Isaza!

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