TAPA BLANDA , LIBRO USADO, RECUERDA QUE EL 10% DE ESTA VENTA COLABORA CON FUNDACIONES QUE FOMENTAN LA LECTURA EN ZONAS VULNERABLES. Religión y mafia: de entrada, no podría haber dos conceptos más antitéticos. Al menos deberían serlo, pero ¿lo son? En Italia, cuna de varias de las organizaciones criminales más longevas y arraigadas del mundo occidental, la Iglesia ha adoptado a menudo una actitud ambigua, cuando no directamente favorable, respecto a la mafia: bendice sus bodas, funerales y bautizos; aprueba su anticomunismo recalcitrante; comparte su amor a la familia como institución suprema y, sobre todo, se muestra tolerante con sus actividades ilícitas, según la deontología católica de condenar el pecado pero ser compasivo con el pecador. Pocos italianos hay tan piadosos como los miembros de la mafia, que instalan altares en sus reductos, se muestran devotos de vírgenes y santos y, en general, no parecen advertir que haya alguna contradicción entre ser asesinos y creer en Dios y en la Iglesia. Por el lado de la curia, se han sucedido casos de sacerdotes acusados por colaborar con la mafia, como el padre Ciro Vittozzi, condenado por cooperar con la camorra, o fray Giacinto, asesinado en 1980 por los mafiosos que había ayudado a proteger. En este ensayo revelador, Isaia Sales se pregunta por qué, para una parte de la población italiana, la fe católica y el comportamiento mafioso son compatibles.

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