TAPA BLANDA , LIBRO NUEVO, RECUERDA QUE EL 10% DE ESTA VENTA COLABORA CON FUNDACIONES QUE FOMENTAN LA LECTURA EN ZONAS VULNERABLES. Al final de los ochenta, vivía en la Villa Macul y para ir y volver de mi trabajo en Vitacura, pasaba cada día dos o tres horas arriba de un bus. Después de la existencia de topo que había llevado durante años en los malolientes túneles del metro parisino, gocé al principio de esos largos recorridos. Disfrutaba empezando el día laboral al aire libre -viajaba colgando de la liebre, embelesada por la luz matinal derramándose sobre la cordillera. Sin embargo, la rutina fue desgastando el regocijo inicial. Además, mi hija, con tres años cumplidos, se obstinaba a andar en brazos, y convencerla de caminar me agotaba aún más que cargarla. Pero me dolía la espalda. Por eso fue brotando el sueño de adquirir una citroneta, tecnología rudimentaria desde luego y por eso mismo al alcance de mi escuálido bolsillo, pero tecnología francesa al fin y al cabo, lo que me daba confianza.

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